Estaba claro, ha sido toda una concatenación de pequeños acontecimientos que me conducían ha publicar una entrada en recuerdo de este hombre polifacético que, además de torero, fue aventurero, escritor de obras de teatro, actor de cine, jugador de polo, automovilista, presidente del Real Betis Balompié, mecenas e impulsor de la “generación del 27” y promotor de espectáculos musicales y teatrales. A su muerte no sólo escribió en su memoria García Lorca. También lo hicieron Miguel Hernández, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Luís Fernández Ardavín, José María de Cossío, Mariano Brull, Benjamín Peret, José del Rio o Domingo Manfredi Cano… Su relación con la “generación del 27” es algo más que de amistad pues fue él, según el testimonio de Gerardo Diego, el que costeo el viaje y la estancia en Sevilla de los siete escritores que se desplazaron desde Madrid a la capital hispalense para participar en los actos de homenaje a Góngora, con motivo de su 300 aniversario, que organizó el Ateneo sevillano los días 16 y 17 de diciembre de 1927: José Bergamín, Federico García Lorca, Rafael Albertí, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Juan Chabás y Jorge Guillén. Este acto fue el que dio nombre a esta generación de poetas, la más importante desde el "siglo de oro".
Es necesario recordar, para los amantes de la música española, que fue el promotor e impulsor, por su amistad con García Lorca y su relación con Encarnación López “La Argentinita”, de la recuperación de la “Colección de canciones populares antiguas”, armonizadas e interpretadas al piano por el poeta granadino y cantadas por la popular bailarina y tonadillera, que fueron grabadas en 1931, un auténtico tesoro de la canción popular española. Una de ellas, “En el Café de Chinitas” es, precisamente, utilizada como sintonía de la tertulia que varios aficionados de “La Cabaña Brava” grabamos semanalmente y que puede escucharse en el reproductor situado en la columna izquierda de este blog.
Como torero, dicen los que le vieron, no fue un artista ni gran dominador de la técnica lidiadora, fue un torero valiente y uno de los mejores, si no el mejor, banderilleros de la historia de la tauromaquia. Aprendió el oficio, como se hacía antiguamente, como banderillero de su cuñado Joselito, pues se había casado con su hermana en 1915. Tomó la alternativa en Barcelona en 1919, su padrino fue Joselito y el testigo Juan Belmonte. La confirmó un año más tarde en Madrid. En Talavera de la Reina, actuando mano a mano el 16 de mayo, fue testigo de la muerte de su cuñado. A mediados de los años 20, siendo figura del toreo, se retiró de los toros y se dedicó a desarrollar sus otras aficiones intelectuales y de mecenazgo. En 1934, a la vez que su amigo Juan Belmonte, volvió a los toros. El 10 de agosto, día de San Lorenzo, cuando volvía de torear de Huesca, recibió la llamada de Domingo Dominguín para torear Manzanares sustituyendo a Domingo Ortega que, volviendo de La Coruña había sufrido un accidente de trafico que le impedía cumplir su compromiso en la plaza manchega. Allí se encontró con “Granaino”, un toro pequeño, manso y astifino que le dio una gran cornada en el muslo derecho al iniciar la faena de muleta sentado en el estribo. No quiso que le operaran en la plaza y pidió que lo llevaran a Madrid para ser intervenido allí. El viaje, por aquellas carreteras, se alargó más de lo previsto. A los dos días, el 13 de agosto, se le declaró la gangrena y murió en Madrid.
De Lola Flores, poco que decir en esta ocasión. Véanla y escúchenla interpretando este poema: “La cogida y la muerte”, el primero de la elegía “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, de Federico García Lorca, desde el Teatro "Álvarez Quintero" de Sevilla en los años ochenta.