“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

miércoles, 11 de agosto de 2010

LA COGIDA Y LA MUERTE - LOLA FLORES (del "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" de Federico García Lorca)

A las cinco de la tarde de hoy he puesto en marcha el ordenador y directamente, como guiado por una fuerza interna, he ido a la carpeta “canciones de toros”. Entre el montón de grabaciones allí recogidas he parado directamente en una: “La cogida y la muerte”, el primer poema del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” que le escribiera su gran amigo Federico García Lorca y que, según los expertos en poesía, es la mejor elegía escrita en español desde las “Coplas a la muerte de mi padre” de Jorge Manrique. Era la versión de Gabriela Ortega rescatada de un viejo disco de 1960. Le he dado al play y ha empezado a soñar: “A las cinco de la tarde / eran las cinco en punto de la tarde…”. De repente he mirado el calendario, 11 de agosto… el día en que se cumple el 76 aniversario de la cogida, en Manzanares, que le ocasionó la muerte dos días después, el 13 de agosto, a Ignacio Sánchez Mejías. Seguidamente he buscado en YouTube alguna versión de este poema y he tenido la fortuna de encontrarme con un vídeo de Lola Flores interpretándolo.

Estaba claro, ha sido toda una concatenación de pequeños acontecimientos que me conducían ha publicar una entrada en recuerdo de este hombre polifacético que, además de torero, fue aventurero, escritor de obras de teatro, actor de cine, jugador de polo, automovilista, presidente del Real Betis Balompié, mecenas e impulsor de la “generación del 27” y promotor de espectáculos musicales y teatrales. A su muerte no sólo escribió en su memoria García Lorca. También lo hicieron Miguel Hernández, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Luís Fernández Ardavín, José María de Cossío, Mariano Brull, Benjamín Peret, José del Rio o Domingo Manfredi Cano… Su relación con la “generación del 27” es algo más que de amistad pues fue él, según el testimonio de Gerardo Diego, el que costeo el viaje y la estancia en Sevilla de los siete escritores que se desplazaron desde Madrid a la capital hispalense para participar en los actos de homenaje a Góngora, con motivo de su 300 aniversario, que organizó el Ateneo sevillano los días 16 y 17 de diciembre de 1927: José Bergamín, Federico García Lorca, Rafael Albertí, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Juan Chabás y Jorge Guillén. Este acto fue el que dio nombre a esta generación de poetas, la más importante desde el "siglo de oro".

Es necesario recordar, para los amantes de la música española, que fue el promotor e impulsor, por su amistad con García Lorca y su relación con Encarnación López “La Argentinita”, de la recuperación de la “Colección de canciones populares antiguas”, armonizadas e interpretadas al piano por el poeta granadino y cantadas por la popular bailarina y tonadillera, que fueron grabadas en 1931, un auténtico tesoro de la canción popular española. Una de ellas, “En el Café de Chinitas” es, precisamente, utilizada como sintonía de la tertulia que varios aficionados de “La Cabaña Brava” grabamos semanalmente y que puede escucharse en el reproductor situado en la columna izquierda de este blog.

Como torero, dicen los que le vieron, no fue un artista ni gran dominador de la técnica lidiadora, fue un torero valiente y uno de los mejores, si no el mejor, banderilleros de la historia de la tauromaquia. Aprendió el oficio, como se hacía antiguamente, como banderillero de su cuñado Joselito, pues se había casado con su hermana en 1915. Tomó la alternativa en Barcelona en 1919, su padrino fue Joselito y el testigo Juan Belmonte. La confirmó un año más tarde en Madrid. En Talavera de la Reina, actuando mano a mano el 16 de mayo, fue testigo de la muerte de su cuñado. A mediados de los años 20, siendo figura del toreo, se retiró de los toros y se dedicó a desarrollar sus otras aficiones intelectuales y de mecenazgo. En 1934, a la vez que su amigo Juan Belmonte, volvió a los toros. El 10 de agosto, día de San Lorenzo, cuando volvía de torear de Huesca, recibió la llamada de Domingo Dominguín para torear Manzanares sustituyendo a Domingo Ortega que, volviendo de La Coruña había sufrido un accidente de trafico que le impedía cumplir su compromiso en la plaza manchega. Allí se encontró con “Granaino”, un toro pequeño, manso y astifino que le dio una gran cornada en el muslo derecho al iniciar la faena de muleta sentado en el estribo. No quiso que le operaran en la plaza y pidió que lo llevaran a Madrid para ser intervenido allí. El viaje, por aquellas carreteras, se alargó más de lo previsto. A los dos días, el 13 de agosto, se le declaró la gangrena y murió en Madrid.

De Lola Flores, poco que decir en esta ocasión. Véanla y escúchenla interpretando este poema: “La cogida y la muerte”, el primero de la elegía “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, de Federico García Lorca, desde el Teatro "Álvarez Quintero" de Sevilla en los años ochenta.

lunes, 9 de agosto de 2010

UNA ESTRATEGIA QUE NO SE PUEDE TOLERAR

Escuchando en la noche del pasado domingo el programa taurino “Clarín”, de RNE, y según un aficionado autorizado para estar presente en el reconocimiento, que fue testigo de todo lo ocurrido, uno de los protagonistas del bochornoso espectáculo vivido en el Puerto de Santa María el pasado fin de semana, venía a decir que, en estos momentos por lo que atraviesa la Fiesta, a raíz de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, había que dejar de lado las diferencias y apoyar sin fisuras el espectáculo de los toros.

No voy a entrar en lo ocurrido porque hay suficiente información en los diferentes blog’s que mantienen los aficionados, pero si quiero detenerme en esta idea que, desde que se produjo la decisión del parlamento catalán, mantienen los taurinos profesionales y los medios de comunicación que los apoyan. No es más que una estrategia para, aprovechando estos momentos en que los aficionados están sensibilizados con esa medida, tratar de colar lo de siempre: “el toro a modo” que, en vez de emocionar, aburre y que, tarde tras tarde, imponen los “figuras” de turno en la mayoría de las plazas en las que se anuncian.

Según mi opinión, reflejada en entradas anteriores de este blog, ese es el auténtico problema que atraviesa la Fiesta de los Toros y no el de la prohibición. Lo que me parece una sirvengozonería -más gorda si cabe que todas las que acostumbran a perpetrar los taurinos profesionales a diario- es aprovechar esta situación para dar un paso más en sus propósitos de convertir esta Fiesta, que durante siglos a resistido los embates de todo tipo de prohibiciones, en una pantomima sin contenido y emoción alguna. Con estos apoderados y toreros no hace falta ninguna “Iniciativa Legislativa Popular” para acabar con los toros porque, más pronto que tarde, como se puede comprobar viendo las paupérrimas entradas que registran las plazas de toros, casi nadie acudirá a las corridas de toros y los que vayan es posible que no vuelvan. Ese es el auténtico problema, la pobres entradas que se registran en los cosos aunque se anuncien los “figuras” que mandan en el escalafón y que amenazan de ruina el negocio taurino. Siguen sin quererlo ver, la Fiesta de los toros es una Fiesta de la emoción y si esta desaparece no tiene ningún sentido. Pues nada, como aquella película de Paco Martínez Soria… “erre que erre”.

Pero lo más preocupante de esta ceguera de los taurinos es que, si bien los aficionados nos quedaremos sin nuestra Fiesta preferida, cosa que ya casi han conseguido pues cada vez son más los que no acuden a las plazas a presenciar estos montajes, ellos: los toreros, los subalternos, los apoderados, los ganaderos, los empresarios, los periodistas… y todos los que viven de los toros, se van a quedar sin trabajo.

viernes, 6 de agosto de 2010

¿QUÉ FIESTA DEFENDEMOS?

La prohibición de las corridas de toros en Cataluña debería servir para abrir, de una vez por todas, un debate serio y consecuente, por parte de los profesionales y los aficionados, sobre la Fiesta que queremos y debemos defender. Es una oportunidad que no deberíamos desperdiciar porque el proceso que ha llevado a esta prohibición está más relacionado con la situación de deterioro que atraviesan los valores fundamentales de la fiesta de los toros que los argumentos partidistas y oportunitas que han llevado al parlamento catalán a tomar esta determinación. Si la Fiesta de los toros gozara de la salud de antaño, cuando en Barcelona se daban corridas en dos plazas a la vez, en doble sesión semanal y con los tendidos llenos, los políticos no se hubieran atrevido ni siquiera a plantearse su prohibición, es más, seguramente se pelearían, conocido su oportunismo, por aparecer en la barrera de la Monumental barcelonesa como un elemento más de afianzar su popularidad. La prueba la tenemos en la defensa que estos mismos políticos -en flagrante contradicción con los argumentos que les llevan a prohibir- hacen de los festejos populares que, como en el resto de España, se celebran en numerosos pueblos y ciudades de Cataluña ya que les podrían restar votos a sus candidaturas locales.

No quiero entrar en las razones que aportan unos y otros para la defensa o prohibición de las corridas de toros, ni en recordar la historia de los toros en Cataluña que se remonta, según los documentos conocidos, al siglo XIV. Negar la propia historia es un problema que, con el tiempo, pasara factura a los que han tomado esta medida… allá ellos con sus decisiones. Tampoco en los argumentos simplistas de los animalistas, que equiparan al hombre, como ser inteligente, a los animales en general, ni en las contradicciones de los ecologistas que, al apoyar esta decisión, están condenando a su desaparición a una especie, el toro de lidia, y el medio natural en el que se crían con su indudable valor ecológico. En lo que me quiero centrar es en las razones que, según mi punto de vista, han influido de manera más decisiva para que se pudiera plantear, siquiera, esta votación.

Pienso que el motivo principal de haber llegado ha esta situación es el deterioro de los valores de la Fiesta que no son otros que la autenticidad y la emoción. Los tejemanejes de los taurinos, con los matadores a la cabeza, han conseguido desnaturalizar hasta tal punto la Fiesta de los Toros que en nada o poco se parece, en la actualidad, a la que conocieron nuestros antepasados, y en esa desnaturalización se han perdido sus valores fundamentales. En su lugar ha quedado evidente el fraude y la mentira que supone, salvo contadísimas excepciones, una corrida de toros en esta época. Este proceso ha llevado a los aficionados -principales defensores y propagandistas de la Fiesta- a dejar de acudir a las plazas de toros. A los profesionales, este proceso de abandono de los aficionados, en vez de preocuparles y tratar de ponerle solución, no les disgustaba, prueba de ello son las acometidas que desde hace bastantes años dedican a este colectivo que, no lo deberían olvidar, era el sostén principal de su negocio. Confiados en sustituir esta clientela, fiel pero intransigente, por espectadores sin criterio que les permitiera llevar a cabo sus planes de desnaturalización de la Fiesta sin oposición, se han encontrado con que las plazas, no sólo las catalanas, se han ido vaciado de aficionados y de espectadores. Solo hay que fijarse en las paupérrimas entradas que, salvo en contadísimos días de feria, se registran en todas las plazas de toros.

Y ahora, ante la oportunista decisión del parlamento catalán de prohibir las corridas de toros, los taurinos profesionales se llevan las manos a la cabeza y reclaman la unidad en la defensa de la Fiesta. ¿Pero qué fiesta? Ahí esta el problema y ahí la solución. Si lo que defienden, y para lo que piden el apoyo, es seguir perpetuando el fraude y el engaño, que no cuenten conmigo. Si en cambio se plantea un cambio en el modelo y se busca la regeneración de los valores que han mantenido la Fiesta de los Toros viva durante siglos -resistiendo a las diversas prohibiciones que ha tenido que soportar a lo largo de su historia- como son la integridad y la emoción, este pequeño espacio, sin dudarlo, y como viene haciendo desde hace tiempo, estará en esa lucha. No se trata de reivindicar una fiesta que se ha convertido en una pantomima previsible y, por lo tanto, aburrida, sino devolverle su esencia que no es otra que el toro, núcleo sobre el que gira, como su propio nombre indica, todo el entramado de la tauromaquia.