“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 12 de mayo de 2009

SI ESTOS SON LOS TOREROS QUE VIENEN, APAÑADOS VAMOS

La terna de novilleros que hizo el paseíllo el pasado domingo, 10 de mayo, en “La Misericordia” zaragozana, venía con el aval de ser punteros en su escalafón y con fecha cerrada para su próximo doctorado. Para ello se había preparado una novillada de Javier Molina -Domecq por vía FuenteYmbro- que venía precedida de su éxito en la pasada Feria del “Zapato de Oro”, en la riojana localidad de Arnedo, y el buen sabor de boca que dejó a los aficionados madrileños el pasado año. Todo parecía preparado para pasar una buena tarde de toros, los novillos cumplieron con su cometido y ofrecieron posibilidades de lucimiento, al menos cuatro de los ejemplares presentados, pero los novilleros, que ya deberían de estar cuajados para dar el paso que se disponen a dar, no supieron aprovecharlos.

Después de lo visto me temo que les ocurrirá como a la inmensa mayoría de los que toman la alternativa, que se diluirán en el escalafón superior como un azucarillo en un vaso de agua, porque tuvieron material para salir triunfantes los tres, y los tres fracasaron. En especial el primero de la terna, Miguel Tendero, que venía precedido de cierta fama y al que le tocó un novillo, el cuarto, para bordar el toreo, noble, pronto, con movilidad, que metía la cara y llevaba el morro por el suelo, claro por ambos pitones y, en vez de torear como mandan los cánones, se dedicó a poner posturitas y hacer una faena deslavazada y falta de ligazón que remató con un pinchazo y una estocada contraria de efecto retardado que, por su negligencia para rematar al utrero con el descabello, que para eso está, casi le cuesta el tercer aviso.

Román Pérez, el francés afincado en Salamanca que en su día declaró que nunca iría a los toros con uno del “7” de Madrid, pudo aprovechar su dos novillos, pues ambos tenían condiciones para ello, pero demostró ser un especialista en el trapazo y el trallazo. En su segundo, que derribó en su primer encuentro con el caballo sin llegar a ser picado, y al que le administraron una vara demoledora en su segundo encuentro, lo cambio de forma precipitada y el novillo se vino arriba en banderillas poniendo en dificultades a la cuadrilla. Por el pitón derecho ofrecía algún problema y el novillero no lo quiso ni ver, pero por el izquierdo embestía con claridad y largura y, aunque lo intentó, nada de nada. Le dio un aparatoso revolcón sin consecuencias y lo mató, tónica habitual de toda la tarde, mal. En su primer oponente, un colorado pequeño, bien armado y noble, tampoco hizo nada destacable y pasó por “La Misericordia”, en donde había cortado una orejita la pasada temporada, con más pena que gloria.

Alejandro Esplá, el tercero en discordia, demostró que esta verde... muy verde. Si bien el primero de su lote fue el que más dificultades ofreció, que tampoco fueron tantas, en su segundo, el de la jota, que fue el más bravo del encierro, estuvo a merced del utrero y el miedo transcendió a los tendidos. El novillo de salida se lanzó al galope y, siguiendo el señuelo de un capote que asomo por el burladero de cuadrillas, se estrelló contra las tablas partiéndose un pitón y saliendo rebotando como si de una pelota se tratara. Pensábamos que se había matado, pero se levantó raudo y siguió galopando como un loco como si nada hubiera pasado. En varas fue el más bravo de los seis, empujó con fuerza y metió los riñones en un primer encuentro en el que le castigaron de lo lindo y estuvo a punto de derribar al montado. En la segunda vara también empujó con clase y sacó al picador más halla de la segunda raya. En banderillas no paró de embestir y puso en aprietos a los banderilleros. Llegó a la muleta con recorrido y necesitando mando, mano baja y ligazón, pero se encontró con un novillero falto de técnica y conocimientos, y algo escaso de valor, al que desbordó por completo. Como suele ocurrir cuando hay un toro bravo en el ruedo, quedaron al descubierto todas las carencias del novillero alicantino.

Si estos son los toreros que vienen, apañados vamos. Pero es que, además, esto es lo habitual, y lo grave, actualmente en el escalafón novilleril. Lo que debería ser una escuela de aprendizaje para curtirse en esta dificil profesión, se convierte en un mero trámite obligatorio que hay que salvar cuanto antes para convertirse en matador y ver si suena la flauta por casualidad. Luego ocurre lo que ocurre, que la inmensa mayoría se pierden en el anonimato en cuanto dan el paso al escalafón superior y si, por casualidad, alguna vez se les presenta una oportunidad la desaprovechan, porque ni saben los fundamentos de la lidia, ni tienen idea del arte de torear, ni nadie se ha preocupado de enseñarselo. El pasado domingo en “La Misericordia” zaragozana se les presentó una clara oportunidad para el triunfo a los tres y -“como el agua que entre las manos se nos va”, que cantaba Bambino- los tres la perdieron.

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