“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

lunes, 14 de febrero de 2011

DE LA TOREABILIDAD Y LA BANALIZACIÓN

La nueva palabra de moda entre los “taurinos profesionales”, cuando ser refieren a la condición que deben tener los toros, es “toreabilidad”, palabra que ni siquiera existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, por lo tanto, si queremos desentrañar lo que quieren decir cuando la pronuncian, deberemos aventurarnos en la búsqueda de una interpretación del mensaje que encierra cuando sale de su boca, porque, en principio, todos lo toros son toreables, todos tienen su lidia dependiendo de su condición. Tratados llevan escribiéndose desde que existe la tauromaquia que estudian, definen y dictan normas aplicables a los diferentes comportamientos de cada toro en la plaza porque, y esta es una de las grandezas del arte de la lidia, cada toro, como cada persona, es diferente y precisa de una lidia distinta.

Por lo tanto, ¿qué quieren decir los “taurinos profesionales” cuando hablan de “toreabilidad”? Debemos suponer que hablan de un toro que pase una y otra vez acudiendo obedientemente al cite del torero, que lo haga de forma uniforme en todas las ocasiones, siempre igual, como si de un robot programado a tal efecto se tratase, quitándole la condición imprescindible que debe tener un toro de lidia que no es otra que la de coger a su oponente como forma de defensa y subsistencia. En una palabra, descastarlo, convertirlo en una animal previsible y colaborador con los requerimientos del torero de turno para realizar una faena que, por regla general, es siempre la misma. Pero de esa forma se cargan la esencia misma de la Fiesta de los Toros, de la lidia, que es la ciencia de resolver los problemas que cada toro, desde su propia individualidad, manifiesta y que, conforme va avanzando la misma, va cambiando de comportamiento desde que salta al ruedo hasta su muerte.

Eso nos lleva al otro concepto que figura en el título de este artículo, a la “banalización” del toreo, a convertirlo en algo trivial, insustancial, desprovisto de la emoción que supone ver como resuelve el diestro de turno los problemas que se le van presentando como consecuencia del cambio de comportamiento del toro conforme va avanzando la lidia. En la resolución de esa ecuación cambiante es donde reside la magia de esta Fiesta, y más si una vez entendido y dominado el toro surge la chispa del arte que arrebata los sentidos y convierte ese arte efímero en recuerdo imperecedero de quién lo contempla. Si eso desaparece, lo que sucede en el ruedo se convierte en algo banal, muy distinto de lo que debería ser y que, siendo posible que haya espectadores que gusten de ese espectáculo, los que han sentido alguna vez la emoción en sus carnes viendo la lidia de un toro se alejen de este espectáculo trivial e insustancial que nada o muy poco les interesa.

Si los “taurinos profesionales” quieren seguir por ese camino y, de paso, llenar las plazas, porque no tiene sentido hacer un espectáculo para nadie, tendrán que buscar nuevos clientes para el mismo porque, mucho me temo, como cada vez es más de manifiesto viendo la pobres entradas que se registran en los cosos, de los viejos pocos seguirán acudiendo a ver algo que, si bien en la forma se parece a la vieja Fiesta de los Toros, en el fondo no tiene nada que ver con ella. Los “taurinos profesionales” son los que tienen la manija y, como siempre, dictarán el camino a seguir, pero sustituir una Fiesta en donde la emoción es su seña de identidad, por algo anodino, superficial, previsible y reiterativo es correr un riesgo que quizás no tenga vuelta atrás.

3 comentarios:

  1. Suscribo todo lo que dices,Mariano.Es fiel reflejo de la calamitosa situación actual del toreo.
    Que se dejen ya de monsergas los "taurinos profesionales" porque cada tarde de toros se hace latente en los ruedos una palmaria falta de emoción consecuencia del anodino comportamiento de este tipo de toro impuesto por ellos una y otra vez.

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  2. en el toro de la jota acabo de hacer un comentario que viene mucho al caso.
    La toreabilidad, pues eso, es una de las palabras mas tontas que puede haber en el argot tauromaco.
    Cuan dulce sale la borrega por toriles.
    vamos a ver de una vez.
    Caso 1, si voy a un concesionario de coches de postin,y quiero una berlina para viajar, comoda y rapida y me voy a gastar 100.000.
    No estoy pidiendo un asiatico de los de a 5.000 el metro
    Caso 2. si voy con mi pareja de Purdeys a un ojeo de postin, pues eso. que odio los tubos de fontanero, y las pitas de mi abuela apeonando; ya de paso, que los ojeadores me "lidien las rubias" como si estuviesen en Madrid.
    ¿me he explicado un poco?
    Saludos a esa peña tan importante. Que suerte teneis de estar al lado de las Ventas. Cuidarme bien "ese coto", que es el espejo taurino del mundo

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  3. Mariano: De acuerdo con lo que propones y agrego, ¿acaso no todos los toros tienen su lidia?, ¿en ese orden de ideas, no son todos los toros son "toreables"?

    Entonces, que no nos quieran meter ideas que no vienen al caso. El toro complicado puede ser lidiado, no por naturales y derechazos como ahora se usa, pero hay maneras... Que los toreros y la mayoría de los públicos las desconozcan, es otro asunto.

    Saludos desde Aguascalientes, México.

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