“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

sábado, 6 de febrero de 2010

LOS AFICIONADOS DE ENTONCES

A estas alturas del invierno, donde los días se desperezan y se alargan descaradamente, es cuando suelo despertar de mi letargo y, junto a los recuerdos que el calor de los primeros rayos de sol avivan en mi memoria, surge la impaciencia por saber qué nuevos acontecimientos y emociones nos traerá el nuevo curso taurino. La temporada sigue todos los años las mismas pautas y los ritmos se repiten con machaconería. Cuando, por San Blas, el día alarga una hora y más, la cuenta atrás hacia un nuevo año taurino empieza para todos. Dando por zanjada la pasada temporada, se establecen las conversaciones con la mirada puesta en el futuro, pues se anuncian los carteles de las primeras ferias del año y entre los aficionados empieza el run-run… Aquí, en Zaragoza, todavía no se sabe nada de los festejos que piensan programar para este año y algunos aficionados se impacientan por ello, los oigo rumiar por mis alrededores sus razones y argumentos… También he oído comentar que este año dos viejos conocidos, Rodolfo Cruz Pando y José Manuel de la Cruz Velasco, abonados desde hace muchos años y aficionados a carta cabal, no volverán a venir más a los toros… pero no por falta de afición… Ha Rodolfo ya lo eché en falta durante la pasada Feria del Pilar… Del “Doctor”, que había fallado durante todo el primer ciclo, lo volví a ver durante la Feria, me alegré y pensaba que la cosa iba bien, pero… Os tendré presentes en mi memoria por vuestra fidelidad y demostrada afición. Ojala que vuestra ausencia se vea recompensada con una temporada como la que hubierais querido presenciar y por lo cual luchasteis, sería la mejor muestra de la salud de la Fiesta y de que vuestra partida se viese recompensada con la llegada de muchos otros más para comprobar y ser participes de la emoción de los festejos que se celebran en edificios como el que me alberga.

Pero como decía anteriormente, mi memoria se aviva con la luz del día que se alarga perezosamente y el calor de los primeros rayos solares que anuncian el final del invierno. Soy proclive en esta época a rememorar sucesos y acontecimientos que por unas u otras razones se grabaron en mi memoria con mayor fuerza y nitidez. Hoy, quizás influenciado por la calidad de los aficionados que me abandonan para siempre y preocupada por el futuro que nos espera -a la Fiesta y a mí- si no ocupan su sitio muchos otros aficionados con el mismo grado de compromiso y exigencia, me han venido a la memoria algunos acontecimientos que sucedieron hace más de 100 años y que nos muestra como eran, y como se tomaban las cosas, los aficionados de entonces.

Era en el año 1906, a finales de septiembre, o si lo queremos mirar de otra forma, pocos días antes de la tradicional Feria del Pilar, que se celebraba en honor de la Virgen que le da nombre, y Nicanor Villa “Villita”, que era el gestor de la plaza en aquellos momentos, todavía no había concretado los carteles de la Feria. La afición exigía la presencia de “Bombita” y “Machaquito”, los máximos figuras del momento, pero por unas u otras causas, la empresa no contaba con ellos, en su lugar contrató a “Quinito” y “Cocherito de Bilbao”. Lo del “Bomba” era lógico porque, a causa de haber recibido una grave cornada en el pecho recientemente en la plaza de Madrid, declinó su compromiso, en el que iba a cobrar nada menos que 5.000 reales. “Machaquito” debió de tener su tira y afloja con la empresa y también declinó su presencia. La afición se calmó algo cuando se anunció a “Pepete” como sustituto del de Tomares, pero sufrió un percance en la plaza de Lisboa, y aunque mandó un telegrama confirmando su presencia cuatro días antes de su compromiso, al final tampoco estuvo presente. “Mazantinito” es otro de los diestro que se caen del cartel por un percance de consideración sufrido en la plaza de Madrid. Entre la afición reina la incertidumbre. Por fin se anuncian los carteles que quedaron compuestos de la siguiente forma: Día 13, ante toros de Carriquiri, Fuentes y “Cocherito de Bilbao”; día 14, toros del Marqués de Guadalest (antes de Cámara) para “Quinito” y Fuentes; y el día 15, para cerrar la Feria, toros de Miura para “Quinito”, Fuentes y “Pepete”. Las aguas se van calmando, llegan los toros a los corrales con la antelación necesaria y todo discurre en orden. La primera corrida, la de Carriquiri, se desarrolló en la más absoluta normalidad, e incluso la empresa regaló un toro que se encargo de lidiar “Calerito”.

Pero las cosas se iban a torcer al día siguiente… ¡¡¡Y de que manera!!!. El día se presentó nublado y amenazando lluvia. Si a eso unimos que por la mañana no había mucha demandas de entradas y la corrida también amenazaba pedregada en las taquillas, el empresario, ni corto ni perezoso, tiró por la calle del medio y se dirigió hasta la sede del Gobierno Civil para proponerle al Gobernador la suspensión de la corrida. Así fue acordado en el despacho del Usía. Pero en esos momentos, en el exterior hacía un sol radiante, cosa que ellos, encerrados como estaban en un despacho, no podían ver. Mientras esto sucedía en el Gobierno Civil, las puertas de mis dependencias, siguiendo la costumbre y los horarios habituales, ya se habían abierto y numerosos aficionados estaban acomodados en tendidos y graderías esperando el comienzo de la corrida. No vean ustedes, queridos lectores, la reacción del Presidente del festejo, y Teniente de Alcalde del consistorio municipal, Sr. Vilella, cuando se enteró de la noticia. ¡Como podía ser que se tomase una decisión como esa sin consultarle a él! Salió disparado de la plaza a entrevistarse con el Sr. Llamas, que era el Gobernador y quién había tomado aquella decisión. Se cuenta que tuvieron más que palabras en la sede gubernamental.

Mientras los dos políticos dirimían sus razones encerrados en el despacho del Gobernador, el público, los damnificados de semejante decisión, se había ido agrupando en la plaza de la Constitución hasta tomarla por completo y proferían gritos ensordecedores pidiendo que se celebrase la corrida. La situación empezó a ponerse preocupante y, ante la insistente presión de los aficionados, el Gobernador aceptó recibir una comisión de los espectadores para aclarar las cosas. Acabada la reunión con la inevitable suspensión del festejo, se dispuso, a petición de los delegados de los aficionados, que se procediera a la devolución del importe de las entradas desde ese mismo momento, a lo que accedió la autoridad haciendo público un aviso y disponiendo que empezase el trámite de devolución de las entradas inmediatamente en las taquillas de la plaza,. Pensando que tras esa disposición ya se abrían calmado los ánimos de los aficionados que se habían desplazado hasta allí, el presidente de la corrida, Sr. Vilella, decidió lavase las manos, abandonar el Gobierno Civil y dejarle la tostada al Gobernador. No se le ocurrió otra cosa que hacerlo por la puerta principal y cuando salia encaminándose hacia su carruaje, los que allí estaban, desconocedores en su mayoría de lo acordado, la emprendieron contra el Teniente de Alcalde que tuvo que volver a refugiarse a toda prisa en el Gobierno Civil. En esos momentos una sección de la Guardia Civil a caballo hacía su aparición en las puertas de la Diputación.

La confusión aumentaba en el despacho de Llamas. A eso de las tres menos cuarto alguien le sugirió al Gobernador que revocara la orden de suspensión y ordenara la celebración de la corrida. Más confusión. Se mando buscar, y acudieron, a empresario y gerente de la plaza, Crespo y “Villita” respectivamente. Se mandó buscar a “Quinito”,  pero ha "Quinito” no lo encontraron ni debajo de las piedras… Se dio la orden de buscar a Fuentes, del que se rumoreaba que estaba aquejado de un golpe y se ponía en entredicho su participación en la corrida… Mientras tanto los aficionados reunidos en la plaza de la Constitución ponían rumbo de nuevo hacia la plaza continuando su protesta. Pero a su llegada se encontraron con una desagradable sorpresa. Una fuerte dotación de la Guardia Civil con cara de pocos amigos, custodiaba las taquillas en previsión de cualquier alboroto. Los sables desenfundados brillaban radiantes en sus manos con ademán amenazador… De esta forma, ante mis muros custodiados por las fuerzas del orden, se calmaron por fin los ánimos de los aficionados… Se había decidido aplazar la corrida para el próximo día. Llegó la mañana siguiente y la Empresa había colgado un aviso en las taquillas que decía: “La corrida del Marqués de Guadalest (antes de Cámara) suspendida ayer por causa del mal tiempo, se celebrará hoy a las tres de la tarde, con los mismos espadas “Quinito” y Fuentes. Los que no estén conformes, pueden devolver las entradas en casa de Rivera, de nueve a doce de hoy. Zaragoza 15 de octubre 1906. La empresa.” La corrida se celebro con normalidad y Fuentes cortó una oreja. La Feria, a causa de este asunto, se cerró un día más tarde de lo previsto, el 16 de octubre con la corrida de Miura.

En esta época, un siglo después, una reacción de los aficionados como esta es impensable que pueda darse, para empezar porque cada día, y por desgracia, son menos. Vienen muchos que solo les interesa dejarse ver. Las cosas han cambiado desde entonces e imperan otros modos de comportamiento, pero aquellos que se manifestaron ante el Gobierno Civil en aquél lejano 1906, disconformes con la suspensión de la corrida de manera arbitraria o por razones oscuras, lo hacían por defender una Fiesta de la que eran clientes asiduos... aficionados... cosa que para mi -como plaza de toros que soy- es indispensable para seguir existiendo. Ya no se montan esa broncas monumentales de entonces, ni las de hace no muchos años, broncas que rebasaba mi recinto y se oían desde la plaza del Portillo y la Estación. Será cosa de la educación moderna y de las normas de urbanidad actuales. Aunque, como escucho de los que además de los toros son aficionados al deporte rey actual, el fútbol, cuando las cosas ruedan mal para el equipo -y en Zaragoza no es que vayamos muy bien esta temporada- los aficionados se manifiestan en los estadios pidiendo cabezas, o se reúnen en los alrededores de los campos en actitud agresiva contra jugadores, entrenadores y directivos. Y, al igual que los guardias civiles que me acordonaron en aquel 14 de octubre para evitar una trifulca, las actuales fuerzas del orden tienen que proteger, escoltar y cuidar de la integridad de los equipos. O sea… que las cosas no han cambiado tanto. Lo que si a cambiado, y eso me pone muy triste, es la afluencia de público a mis asientos, quitando los tres o cuatro días grandes de las Fiestas mis tendidos se quedan a medio llenar o semivacíos. Será cosa de los tiempos. Con más de doscientos años de historia, emociones y hazañas en mi ruedo… quizás ya no me quede tanto de vida… Bueno, bueno… Miremos hacia delante… Comienza una nueva temporada... Que sea como la que soñaban esos viejos conocidos y buenos aficionados, José Manuel y Rodolfo, que ya nunca volverán a su localidad y a los que tanto echaré en falta.

1 comentario:

  1. Muy buen artículo aunque un poco extenso y a ver si el Real Zaragoza remonta más.

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