“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

sábado, 19 de abril de 2008

Palabra de picador

"La mayoría de los picadores de hoy se figuran que picar es barrenar. Y que para dar castigo a un toro se precisa hacerle la “carioca”. Y no es así. Picando por derecho se les puede hacer a los toros cuanto daño se quiera. Lo que hace falta es saber “agarrarse” en los altos y picar como las reglas mandan. Yo tuve a mi lado muchos que así lo hicieron: “Agujetas”, “Badila”, “Zurito”…"

De esta forma, tan clara y concisa, se explicaba el picador Rafael Márquez “Mazzantini” ante la pregunta que le formulaba el periodista José Luis de Córdoba sobre la forma en que se realizaba la suerte de varas en la época en que lo entrevistó, allá por el año 1956. Más de cincuenta años después la respuesta tiene la misma, o incluso más, vigencia que entonces, porque los problemas de la suerte de varas, la forma en que los picadores la realizan -con el consentimiento de sus jefes de cuadrilla- no solo no se ha rectificado, sino que se han agravado todavía más con la práctica del monopuyazo destructor que deja a la mayoría de los toros para el arrastre.

En el momento de la entrevista referida Rafael Márquez “Mazzantini” contaba casi 90 años, pues había nacido en Córdoba, el 21 de febrero de 1867. Con quince años, en 1882, entró al servicio de la ganadería de Rafael Molina “Lagartijo”, en calidad de vaquero. Recuerda que el primer califa cordobés “fue padrino de mi boda, celebrada en la parroquial de Santa Marina el 28 de mayo de 1888. Aquello se festejó a lo grande, porque ya sabe usted lo que era el maestro de rumboso… Después de hacer frente a todos los gastos, me regaló un billete de quinientas pesetas”.


Estuvo en la ganadería de “Lagartijo” hasta 1894, año en el que pasó a la ganadería del Marqués de los Castellones como ayuda de conocedor, poco tiempo después ascendió a mayoral. En esos momentos no tenía pensado ser picador, pero no se le daba mal cuando lo hacía en los tentaderos. Eso hizo que algunos aficionados se fijaran en él. Uno de ellos, el empresario de Córdoba Pepe Guerra, le ofreció la posibilidad de probarse en las corridas de la Feria de Mayo de 1885. Aceptó y salió en calidad de reserva. Durante un tiempo alternó su trabajo de mayoral con el de picador. En el invierno de 1906, con motivo de un viaje a México enrolado en la cuadrilla de Fermín Muñoz “Corchaito”, se despidió de la ganadería y se dedicó profesionalmente a picar toros.


La trayectoria de sus 33 años como picador profesional nos la resume el propio “Mazzantini”: “Con “Manolete”, padre, naturalmente, fui colocado tres temporadas. Mi compañero era esa tontería de picador que se llamó el señor Manuel de la Haba “Zurito”. También he actuado con Francisco Posadas, Manuel Torres “Bombita”, “Machaquito”, “Algabeño”, Paco Madrid, Isidro Marti Flores, Curro Martín Vázquez, Rafael “El Gallo”, Juan Belmonte… Y de éste para acá, ¿a qué citar nombres? Ponga usted muchos, los principales, hasta 1939, en que me retiré, cuando contaba la edad de 72 años”. En esa última temporada de actividad profesional formó parte de la cuadrilla de Florentino Ballesteros (hijo).

Ojalá que la sabias palabras pronunciadas por Rafael Márquez "Mazzantini" sirvieran de ejemplo y acicate a los picadores de nos ha trocado sufrir en esta época. Dudo que así sea, pero no debemos olvidar que la obligación de los varilargueros modernos, como las de todos sus predecesores, es y ha sido "picar como las reglas mandan" y si así no lo hacen, o están actuando fraudulentamente, o no están capacitados para desempeñar esta profesión.

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