“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 25 de noviembre de 2008

CUATRO PUNTALES - JUANITO VALDERRAMA

En 1947 Juanito Valderrama ya se había ganado un puesto importante entre los artistas preferidos del público y recorría, como los toreros, España entera de feria en feria. Aficionado a los toros, siempre que se lo permitía el horario de sus galas, acudía a las corridas. Muchas veces, sobre todo en sus años jóvenes, vestía traje corto en sus actuaciones y ese mismo año había estrenado un espectáculo de ambiente taurino, “Redondel”, en el que simulaba ser torero, un libreto de Antonio Quintero, con letras de Rafael de León y música del maestro Quiroga.

Ese año de 1947, y estando actuando en Córdoba, ocurrió la muerte de Manolete en la Plaza de Linares. Fue cuando un recitador de la compañía, Agustín Rivero, a instancias del empresario del teatro, le ofreció a Valderrama una letra que años antes había dedicado a Joselito. De ese germen, años más tarde, nacería esta canción que se convertiría en un auténtico homenaje a esos cuatro toreros andaluces que llenaron con su presencia la primera mitad del siglo pasado, a esos “Cuatro puntales” que sostienen la catedral del toreo: "Juan Belmonte, Joselito, Rafael Gallo hechicero, y un Manuel, Manuel Rodríguez Manolete, ¡que torero!".
En la historia de Juanito Valderrama no vamos a entrar, además es seguro que muchos de ustedes sepan más que nosotros de la vida y obra de este gran artista, triunfador de la copla fácil y dominador de todos los palos del cante, pero si queremos reflejar un suceso que tiene relación con su habitual asistencia a las corridas de toros de los pueblos y ciudades en los que actuaba. Ocurrió el 26 de septiembre de 1984, en Pozoblanco, Córdoba. Junto con su compañera Dolores Abril habían coincidido y departido cordialmente con Francisco Rivera Paquirri antes de la fatídica corrida, pocas horas después fueron testigos de la tragedia y presenciaron su muerte en directo. Seguramente Juanito Valderrama no olvidó jamás, durante los 20 años en los que siguió cantando en los escenarios, esos momentos. A los 88 años de edad, el 12 de abril de 2004, murió en su casa de Espartinas, Sevilla.


CUATRO PUNTALES
(Marcos Manuel - Valderrama)

Cuatro puntales sostienen la catedral del toreo,
cuatro torres andaluzas esculpidas por el genio:
Juan Belmonte, Joselito, Rafael Gallo hechicero,
y un Manuel, Manuel Rodríguez “Manolete”, ¡qué torero!
Los cuatro grandes del toro, ¡ay que pena de no verlos!
Cartel de feria exclusivo del empresario del cielo.

El que quiera ver toritos que suba al cielo,
que se han juntado lo mejor y más puro de los toreros.

Apoderado del llanto, ven a firmar el recuerdo,
que Juan, ciclón de Triana, el terremoto torero,
ha desdeñado la carne para hacerse monumento.

Apoderado del llanto, ven a firmar el recuerdo,
que José, aquel Joselito catedrático torero,
olvidó una asignatura y se hizo cartel eterno.

La afición ha perdido cuatro toreros, cuatro toreros,
de luto esta la tierra, de fiesta el cielo.
De fiesta el cielo, ¡madre!, porque en la gloria, porque en la gloria,
se juntó lo mas puro que dio la historia.

Apoderado del llanto, ven a firmar el recuerdo,
que se ha quitado la luna las nubes con un sombrero
para hacerle a Rafael un brujo quite flamenco.

No me firmes el recuerdo, ¡no me firmes el recuerdo!
que aquello que vi en Linares yo no concibo creerlo.

Dame por espada el rayo,
dame por muleta el trueno,
que quiero ver si consigo
matar la sombra de Islero.

“Torera”, José dijo a Rafael,
“Dale una larga torera”,
Y Juan le dijo a Manuel:
“En nuestra fuente hay solera
para el que quiera aprender".



Nota: Otra canción de Juanito Valderrama de temática taurina, ignorada por las recopilaciones discográficas, casi perdida en el baúl del olvido y que, en mi opinión, es una autentica joya, no sólo del repertorio del cantante jienense, sino de todo el repertorio de música de toros y toreros, es "Pena de Juan y José", en ella habla de dos de los toreros que aparecen en esta que hoy nos ocupa. Para los interesados en su escucha, y picando sobre el título, se enlaza con una de las primeras entradas de este Blog en la que se recoge el vídeo con la música y las imágenes de estos dos grandes toreros que fueron los actores principales de la denominada "edad de oro del toreo".

domingo, 23 de noviembre de 2008

DICE PEPE LUIS... SOBRE LA GENTE Y LOS AFICIONADOS

Reproduzco a continuación un breve pasaje de una entrevista realiza a Pepe Luis Vázquez, en 1966, por el periodista Vicente Zabala, en ella, además de muchas más cosas, habla con claridad meridiana de la gente y de los aficionados:

- No es la primera vez que te oigo hablar de 'gente' y de 'aficionados'.

- Como que ahí radica todo el quid de la cuestión. La Fiesta depende siempre de cuando manden los unos y los otros. Si el que lleva la batuta es el aficionado, el espectáculo mantiene firmes sus raíces; pero si las masas devoran a los aficionados, el toreo todo se tambalea.

- Pero los aficionados siempre han sido minoría, Pepe Luis.

- De acuerdo, pero esa minoría se imponía siempre. Entre otras cosas porque era mucho mayor que la de ahora. Los más respetaban a los menos. El que opinaba con sensatez en el tendido era escuchado por los que le rodeaban. Ahora, por el hecho de haber pagado una localidad se le lleva la contraria y se avasalla al que sabe de esto. Cosas de los tiempos y del aumento del nivel de vida.


Sin comentarios. Pepe Luis, además de un torero honrado a carta cabal en los ruedos, en el tendido ha sido un aficionado y cuando habla de toros y de su toreo es como un libro abierto. Hace tiempo, en este mismo blog, y bajo el titular "Dice Pepe Luis...", le dedicamos un breve espacio en donde nos explica su concepción del toreo.

martes, 18 de noviembre de 2008

POR UN REGLAMENTO TAURINO ÚNICO

El que cada comunidad autónoma tenga su propio Reglamento Taurino me parece un auténtico despropósito. Es la única disciplina competitiva del mundo que en vez de unir criterios para que tanto los participantes, ganaderos y toreros, como los espectadores, sepamos a lo que atenernos, se diversifica en cada espacio geográfico. Viene esto a cuento de la aprobación del Reglamento Taurino de Euskadi y que, inmediatamente, ha sido contestado por las agrupaciones profesionales de los toreros que se oponen a él y amenazan con no ir a torear a las plazas vascas si no se atienden sus reivindicaciones.

No quiero entrar en si este reglamento es mejor o peor que otros, o en si defiende mejor los intereses de los que están en el ruedo o de los que se sitúan en los tendidos -aunque algo de esto debe de haber por la reacción inmediata de todos los sectores profesionales en su contra- porque pienso que lo que necesita la Fiesta de los Toros para su regeneración y para luchar contra el fraude de manera clara y contundente es un REGLAMENTO ÚNICO para todos los países en la que se celebran festejos taurinos. Vamos, ni más ni menos que lo que sucede en fútbol, en donde todas las competiciones de todos los países se rigen por un único reglamento. ¿Acaso no sería un despropósito que lo que es penalti en España no lo sea en Francia? ¿O lo que es fuera de juego en Zaragoza no lo sea en Madrid?

En la actualidad, con la proliferación de diferentes Reglamentos para cada comunidad autónoma, lo único que se ha conseguido es crear un auténtico galimatías, tanto para los profesionales, que van a tener que incorporar a sus cuadrillas un experto en leyes que los asesore sobre la particularidades de cada uno de los reglamentos vigentes en cada ciudad, como para los aficionados, pues lo que en unos sitios es válido en otros es rechazado. ¿A quién beneficia toda esta proliferación de Reglamentos? Seguro que a los aficionados y espectadores no, pues lo único que se genera con tanta norma distinta es confusión. A la Fiesta tampoco, porque en vez de atajar los diferentes problemas que se le presentan de frente y por derecho en base a una única norma clara y concreta, se diluyen en las procelosas aguas de las diferentes reglamentaciones y se abren resquicios legales por los que se cuele el fraude siempre acechante. A los profesionales, tanto toreros como ganaderos, tampoco debería de gustarles una reglamentación cambiante en cada comunidad o país, aunque nunca se sabe, pues como dice el refranero popular: “A río revuelto ganancia de pescadores”, y en este caso los pescadores, los que manejan y se benefician de la Fiesta, son precisamente ellos.

martes, 4 de noviembre de 2008

DEJACION DE FUNCIONES

Una par de noticias procedentes de Lima, Perú, hace que se activen mis resortes de reflexión, algo anquilosados tras la finalización de la temporada y un corto periodo vacacional. Varios aficionados, según documentación aportada por el Portal Taurino “Opinión y Toros”, y con anterioridad a la fecha del festejo, el 31 de octubre, enviaron diversos escritos al presidente de la corrida, que ya se celebró el pasado 2 de noviembre en la Plaza de Acho, solicitando que, a su cargo si fuera menester, se envíen a reconocimiento post-morten las astas de los toros que se lidien ese día. Otro aficionado, dando un paso más, denuncia al presidente de la corrida, ante el “Fiscal de Prevención del Delito”, por dejación de sus funciones en las labores de reconocimiento previas al festejo.

Tanto desde el citado portal taurino, como desde el Blog “Toro, Torero y Afición”, así como desde el “Blog del Manifiesto”, se puede acceder a dichos documentos. Pero más allá de la información, que por si misma ya es un arma, este movimiento por parte de distintos aficionados para defender sus derechos como consumidores de corridas de toros que, no debemos de olvidarlo, están sujetas, aquí y en Lima, a reglamentos que las regulan y que deben de hacer cumplir la autoridad designada para tal efecto, es preciso profundizar en la reflexión y denunciar que, ni aquí ni el Lima, se cumple con el reglamento y que los culpables directo de ello son, en primer lugar, los presidentes de las corridas, y en última instancia, los cargos públicos de los que dependen en los que recae la obligación de perseguir el fraude y velar por lo derechos de los consumidores que pagan una entrada para presenciar un espectáculo íntegro. Herramientas y leyes tienen para ello, si no lo hacen será posible pensar que esta dejación de funciones es, o por desinterés, o en provecho propio, y ambas cosas, en un estado de derecho, los debería incapacitar para desempeñar ese cargo.

Pero por desgracia las cosas no son así y parece ser que, ni aquí ni en Lima, la autoridad está por la labor de cumplir con su obligación y, ante esta dejación de funciones, es vergonzoso que deban de ser los propios aficionados los que se tengan que movilizar, ante instancias ajenas al mundo taurino, para defender sus derechos. ¿Por qué en otras disciplinas se exige el cumplimiento del reglamento estrictamente y en los toros no? ¿Cuál es la razón para que esta dejación de funciones se dé en un mundillo como el taurino, cerrado, opaco y dominado por el trapicheo y la picaresca? ¿A quién interesa, además de los profesionales del taurinismo, que todo siga igual? ¿No tienen los consumidores de festejos taurinos los mismos derechos que el resto de consumidores?

Aquí esta el principal cáncer de la Fiesta de los Toros. En esa dejación de funciones por parte de la autoridad, en esa falta de interés de los responsables públicos encargados de su control, mantenimiento y proyección hacia el futuro. De la misma forma que en otros ámbitos de la cultura se encomienda su gestión a cualificados personajes, en el de los toros parece quedar, dicho en lenguaje coloquial, para ‘el tonto de la clase’, y no debería de ser así, porque en el mundo de la política seguro que hay aficionados capacitados y dispuestos para ello… ¿Seguro?... Si de verdad quisieran los que pueden poco costaría poner en orden las cosas. Tan sólo con hacer que se cumpla estrictamente el reglamento se acabaría con la mayor parte de las tropelías. Hoy, con los medios de los que se dispone, se puede conseguir sanear el mundo del toro en poco tiempo, otra cosa es que eso atentaría contra todo el entramado de corrupción sobre el que se asienta el negocio de los taurinos actuales y pondría en la picota a la Fiesta misma, pero seguro que de ese trauma saldría reforzada la propia Fiesta. Hay que tener valor para dar ese paso, pero poder se puede… y quizás, a no mucho tardar, esa sea la única solución.